jueves, 13 de noviembre de 2025

Lepidosaurio

 En la penumbra donde se quiebran los juramentos,

te miro —aún te miro—

y el alma se me astilla con la calma de los días que no fueron.


Sé que buscaste aire,

una rendija en la jaula del nosotros,

y en tu huida hallaste una piel tibia,

una sombra que te envolvía como promesa.


El  abrazó a él, a su boa, 

también me rodeó el pecho,

me apretó los sueños hasta volverlos gritos.

La vi morder tu risa,

su lengua era fuego,

y mientras a ti te daba vida,

a mí me sorbía el alma.


Pero no te odio.

El amor que tuvimos aún late bajo las ruinas,

como un río que no entiende de incendios.


Comprendo tu error —tu escape,

ese salto ciego hacia un instante donde creíste ser otra.

Todos hemos huido alguna vez del hambre del amor.


Si me perdono, es para salvarme;

si te perdono, es para liberarte.


Porque aún en mi ahogo,

cuando la boa me ciñe el cuello de los recuerdos,

siento que te amé de verdad,

y que amar, aunque duela,

es también aprender a soltar.

No hay comentarios: