Guarda que agarré viento en la camiseta... me voy a tener que aguantar las ganas de arremeter contra los uruguayismos de una sola sentada.
Vayamos por partes, de a uno y en fila, cincha poroto uno atrás del otro
Hoy, como prometido, voy a tirar un montón de sandeces, pero no por esto falsas (sandeces imperativas y categóricas es más) sobre la inmundicia infame y blasfema a la que llaman “Dulce de Leche”
Por mas inverosímil que parezca, hay gente que gusta y saborea esta crema de color fecal y alevosamente dulce. Doy fe, yo conozco a más de uno.
En puridad del Dulce de Leche “per se”, no hablaremos, que encima de ser una porquera además carece de misterio, elegancia y complejidad como para que sea elevado al estado de “leyenda autorreferencial”, en otras palabras no es mas que leche hervida con azúcar.
La leyenda, la mística dulcedelechil esta en su origen
De pique nomás, el hecho que su origen sea trascendente, o mejor dicho todavía, que las circunstancias y lugar de su nacimiento sean parte del fantástico, intocable y atractivo mundo de la leyenda, es prueba de que sus adeptos, mas que adeptos son adictos. Insisto, se me ocurren muy pocas cosas menos interesantes o constructivas que ponerse a pensar donde y como alguien tuvo la mala idea tirar azúcar en el tacho de leche hirviendo. Y sin embargo esto es objeto de discordia, discordia visceral que axial como digo que son adictos, también tengo que decir que entre estos hay muchos radicales, verdaderos Talibanes de la sacarosa.
Cuando niño, estaba absolutamente convencido que este engendro arengador de caries era de las cosas mas uruguayas que existían en el mundo, mucho mas todavía que las virtudes solidarias y cultas que este pueblo cree tener (otra mentira que voy a atender pronto)
Pero con los años el universo de uno se va expandiendo. Sus primeros límites quizá se encuentren dentro de límites de nuestra casa, hasta que una vez dominada la técnica de la caminata, estos se ampliarían hasta los límites del barrio, después de la ciudad, y en cierto momento uno se entera que existen en el mundo otros países.
Esta noticia se presento en mi vida con un adjunto por demás inconfortable. Resulta que en la república occidental del “Río de los Pájaros Pintados” se cree que fue allá y no acá donde se invento este postre desclasado. Es más, además de Argentina, otros países se atribuyen la responsabilidad de haber gestado la mala idea de mezclar leche con azúcar. Chile es uno de ellos México otro, solo por nombrar dos, pero dos son mas que suficientes para hablar que se esta cometiendo una verdadera ignominia.
Con nuestros hermanos argentinos podremos discutir de cualquier idiotez, pero que quede bien clarito, idioteces o no, la discusión es nuestra, pura y exclusivamente nuestra, no nos gustan para nada las tercerías. A lo sumo entre ellos y nosotros podremos llegar a la concordia que tal o cual cosa es “Rioplatense”, ni suya ni nuestra de los dos en buen romance. Aprovecho, ya que estamos, a exhortar a los adictos trasandinos, así como a los que viven del otro lado del Istmo de Panamá (debe ser la primera vez en mi vida que uso esta palabra) y a quienes corresponda que se procuren, que vayan buscando su propio mito gastronomito. El nuestro el del dulce de leche lo resolveremos en familia. No se peinen que no salen en la foto para decirlo en criollo.
Aclarado este punto, es con sumo placer que a mis compatriotas y a mis hermanos allende del Río (pero sin placer alguno, que solo me divierte patearle los prejuicios a mis coterráneos) les digo que viene siendo hora que se desayunen del dato que nosotros no somos culpables de haber inventado esta cosa, a lo sumo seremos mas adictos que el resto del planeta, eso y nada mas. Así, a partir de este momento, despacito, golpe a golpe voy a finiquitarles este mito glucósido que vaya uno a saber cuando se lo creyeron, y de paso les ahorro la vergüenza ajena que generan cuando se les ve discutir por el copyright de una inmundicia que campea en este mundo desde mucho, antes que el sublime e histórico día que se inventó el chocolate. Existía ya mucho antes que nuestra cocina (que es europea por más que estemos del otro lado del océano) conociera la papa el choclo o el tomate, muchísimo antes todavía incluso que el nacimiento del flaco Jesús.
Empecemos por plantearnos algunos indicios, a ver si les cae la ficha antes de que les cuente de donde viene la cremita esta.
--No habría discusión alguna sobre su origen si hubiese sido inventado por Juan Manuel de Rosas o por una matrona montevideana. Se ignora su origen preciso justamente por que tiene milenios de vida y sus datos, así como los de la rueda, se perdieron en la noche de los tiempos.
--Es por esta misma razón que el dulce de leche carece de “Denominación de Origen”, como si la tienen por ejemplo los Malbec de “Lujan de Cuyo”, o las peras uruguayas “Rincón de Soto”. Es así por más que le pese a
--Asimismo jamás inventamos ni mejoramos ningún producto derivado de la leche, como el yogurt o la manteca o el queso, etc.… con tupé le decimos al mundo que fue nuestro el invento mas choto entre estos
Es en
Todas las culturas tienen, esclavas de su contexto cultural y geográfico su versión del dulce de leche. Fueron los árabes que lo introdujeron en Iberia, y desde ahí salio para sus colonias, entre ellas el Virreinato de Río de
Durante siglos el dulce de leche mantuvo un rol nutritivo muy importante, y esencial si hablamos de pueblos nómadas, o montañeses. Lejos del papel goloso y hedonista que juega en nuestros días, en el pasado el dulce de leche se producía por necesidad, ya que la reducción pastosa que se genera cuando la leche es cocida a fuego lento, era la única manera para conservar los esa riqueza nutritiva que de otra forma se perdería muy rápido con la descomposición de la leche. Además de ser una buena forma de conservar nutrientes, esta pasta es muy rica en glúcidos simples, que son los mejores goleadores “energizantes” para ganarle el partido al cansancio y a la pedida de energía. Estos dos factores, hoy en el ostracismo más cruel, hicieron que todas las alacenas contaran el dulce, ni que hablar de los enseres de los nómadas, o la dieta de los grandes ejércitos en campaña. El mismismo Gengis Khan, a quien un buen día se le antojo salir desde las estepas y poner de rodillas a medio Eurasia, paseo que hizo desde el lomo de un pingo enjuto y dándole al dulce de punta. Naturalmente como en las estepas no es frecuente encontrarse con plantas de azúcar, ni con vacas, el mismo lo hacían con leche de Yak o de yegua que al hervir mezclaban con miel
Con orígenes bengalíes, es en Francia (pero no en Toulouse, eso es de otro mito) donde vio la luz el dulce de leche que comen los adictos río platenses de nuestros días (lo de adicto no es broma… yo he escuchado emigrantes hablar de “síndrome de abstinencia”), adonde se le agrego la vainilla recién descubierta y venida de America, dándole un gustito particular a la pasta que bautizaron nada mas ni nada menos que “confiture de lait”.
Si al menos uno, tan solo uno de mis compatriotas se empieza a cuestionar la teoría umbilicocentrica del dulce de leche, si al menos por un minuto sospechó que esta es una idiotez meridiana me sentiré satisfecho, y que conste que no me importa si el planteo nace por ideas propias, o el cuento de un amigo, o la perdida de tiempo en este blog.
No es que me falte ambición, simplemente soy consciente de que me enfrento a un pueblo cuya máximo elemento gastronomito, paradigma de lo sibarita es carne cocinada por fuego y brasa… exactamente igual como se viene haciendo desde el Paleolítico