Anoche bajé la escalera de tus silencios,
me enroscaste como un verso viejo,
y vi tu alma rota, hecha trizas,
pero no me fui, ¿para qué? si te amo a rabiar.
Me diste un puñetazo en la boca y en el orgullo,
limpié con el puño mi rabia y tu desprecio,
y aunque te hiciste a un lado,
aquí sigo, dándole vueltas al desamor que no se va.
No soy santo ni monstruo,
pero llevo en la piel la marca de tus uñas,
y te juro que duele más quererte
que odiarte hasta perder el sentido.
Vestiste tu piel de santo con un pañuelo,
yo la manché de cigarro y de cerveza barata,
pero aquí estoy, preso de tus heridas,
amando lo que me destruye y lo que me salva.
Y aunque me mueras poco a poco,
aunque me arranques pedazos con tu indiferencia,
te amo en esta ruina, con la rabia de un poeta,
que no sabe si reír o llorar por ti.

No hay comentarios:
Publicar un comentario