sábado, 15 de noviembre de 2025

Salida

 Entra la luz y asciendo torpemente 

de los sueños al sueño compartido 

y las cosas recobran su debido 

y esperado lugar y en el presente 

converge abrumador y vasto el vago 

ayer: las seculares migraciones 

del pájaro y del hombre, las legiones 

que el hierro destruyó: Roma y Cartago. 

Vuelve también mi cotidiana historia: 

mi voz, mi rostro, mi temor, mi suerte. 

¡Ah, si aquel otro despertar la muerte 

me deparara un tiempo sin memoria 

de mi nombre y de todo lo que he sido! 

¡Ah, si en esa mañana hubiera olvido!

Trauma

 El trauma en realidad es la desconexión con las emociones autenticas que nos deberían sentir en paz

Cavidad

 Cavidad vacía, cascarón hueco,

mi casa huele a sal muerta,

a cama lavada con mentiras,

a concha abierta que ya no me nombra.


Tu olor quedó pegado al aire,

espuma seca en los pliegues de la almohada,

mordida de fantasma,

suavecito, suavecito —como decías tú—

pero ahora quema.


La mesa cojea,

una pata rota,

un grito que no sale.

Cuatro paredes sostienen el eco

de tus gemidos prestados.


Yo también buceo,

en lo oscuro,

sin aire, sin brújula,

buscando en mi lengua tu sabor de otro,

el filo tibio de tu ausencia.


Mis manos ya no son manos,

son pinzas torpes,

crujen, buscan, no encuentran.

Cangrejo sin casa, sin costa,

repito tu nombre y se disuelve.


El mar no me quiere,

la espuma me escupe.

Eras mi eternidad circular,

ahora soy la marea que retrocede,

la carne que no olvida,

el signo roto, el silencio que respira sal.

Entre monstruos y santos

 Anoche bajé la escalera de tus silencios,  

me enroscaste como un verso viejo,  

y vi tu alma rota, hecha trizas,  

pero no me fui, ¿para qué? si te amo a rabiar.


Me diste un puñetazo en la boca y en el orgullo,  

limpié con el puño mi rabia y tu desprecio,  

y aunque te hiciste a un lado,  

aquí sigo, dándole vueltas al desamor que no se va.


No soy santo ni monstruo,  

pero llevo en la piel la marca de tus uñas,  

y te juro que duele más quererte  

que odiarte hasta perder el sentido.


Vestiste tu piel de santo con un pañuelo,  

yo la manché de cigarro y de cerveza barata,  

pero aquí estoy, preso de tus heridas,  

amando lo que me destruye y lo que me salva.


Y aunque me mueras poco a poco,  

aunque me arranques pedazos con tu indiferencia,  

te amo en esta ruina, con la rabia de un poeta,  

que no sabe si reír o llorar por ti.

Eco que no cesa

 En el laberinto donde se extravían los días,  

busco el hilo que me devuelva a tu voz,  

pero sólo encuentro el eco de un suspiro,  

la sombra fugaz de un tiempo que no vuelve.


Hay un fuego que quema sin llamas,  

un silencio que grita en la oscuridad,  

y en ese vacío, tu nombre se disuelve  

como un espejismo que no sé si es real.


No sé si te amo o te temo,  

si eres la herida o la medicina,  

pero en la penumbra de este desvelo,  

sigues siendo mi imposible camino.


Quizás soy un extraño en tu piel,  

o un sueño que se olvida al despertar,  

pero sigo aquí, navegando en el filo,  

entre la sombra y la luz de lo que fue.

Bajada

 Cambié la mirada mirando para adentro  

bajé la escalera repté por el infierno  

empecé a andar sin caminar un destierro  

la escalera de mi cárcel era un agujero.


Fui una pierna enroscada, eras la mano  

una serpiente se subió por el pantalón  

la luna y el sol fueron testigos de este amor  

pero en la cama me heriste con un puñal sin dolor.


Nadie me miró, nadie preguntó,  

nadie salió a buscarme cuando caí.  

Me usaron sin amor, me tiraron a la orilla  

y después me olvidaron como a una mierda fría.


El hombre que me usó se puso la camisa,  

cerró la puerta y se fue como un fantasma,  

yo me quedé con un monstruo en el pecho,  

no sé si vivo o si estoy muerto.


No duermo, no quiero salir,  

siento colmillos que me están mordiendo,  

no sé si soy carne o soy sombra,  

no sé si soy agua o soy nada.

Reflejo

 Anoche vi también en mi sombra el destierro,  

la grieta profunda que dejaste al partir,  

tu fuego que bebí como agua envenenada,  

y ese monstruo que ahora habita en mi latir.


Subiste y bajaste sin mirar atrás,  

dejando un rastro frío en mi piel herida,  

pero no soy sólo eco ni sombra perdida,  

soy el que reconstruye lo que no pudiste amar.


Tus colmillos duelen, lo sé, y me duelen a mí,  

pero en este silencio vuelvo a ser entero,  

porque aunque la herida sangra y quema,  

mi alma no se quiebra, sigue siendo sincero.